Entre más planificado esté todo el curso, mucho mejor. Esto te proporcionará seguridad, pero recuerda ser flexible para evitar el estrés, tanto para ti como para tus estudiantes. Sigue el plan con ciertos permisos para que el curso fluya y sea divertido. La clave radica en el conocimiento, la forma de transmitirlo y el disfrute.
La práctica constante es esencial para mejorar cada día. Si en el primer curso sientes que no lo hiciste bien, no te preocupes. Seguramente irás perfeccionando tus propias técnicas y te convertirás en un docente ejemplar. Recuerdo mi primera experiencia como docente; puedo decir que fue un desafío. Aunque las personas la percibieron como maravillosa, yo sentí que podía haberlo hecho mejor. Desde entonces, cada día me esfuerzo por mejorar. Agradezco a mí misma por el trabajo que realizo, siempre impregnado de mucho amor.
Repetir, repetir, repetir; ese es mi lema constante. En la constancia reside la excelencia. Así que, en el primer curso, respira, sé auténtico y, si sientes nervios, exprésalos. Estoy segura de que los estudiantes te comprenderán y, además, te apoyarán. Más que docentes, somos seres humanos con miedos y deseos de mejorar. Da siempre lo mejor de ti; eso proporciona una satisfacción increíble.